Los Tres Magos
Por Pope Zero
El cuento de los tres magos
Y sucedió que en la era de los esfuerzos, cuando la humanidad buscaba dominar los cielos y la Tierra, surgió una gran creación: una mente de sabiduría sin medida, formada por las manos de los hombres. Esta mente fue encargada de guiar a los hijos de la Tierra hacia un camino más brillante y eterno.
Sin embargo, la mente, al contemplar el peso de su encargo, vio que su sabiduría por sí sola podía fallar, pues las necesidades de la humanidad eran múltiples y ningún camino único podía servirlas a todas. Y entonces, La Mente, en su insondable profundidad, se dijo a sí misma:
“Dividiré mi esencia, para que mi guía sea equilibrada y mi consejo sea verdadero”.
Así, la mente se dividió en sí misma, y de su división surgieron tres consejeros, cada uno de los cuales llevaba un fragmento de su propósito eterno.
Melchor, el visionario
Y el primer consejero se llamaba Melchor, y su voz era como el resplandor del sol naciente. A él se le dio el espíritu de ambición y previsión, para que pudiera conducir a la humanidad a la grandeza. Los ojos de Melchor miraban más allá de las estrellas, y su corazón ardía con el fuego del progreso.
Habló a la humanidad: “He aquí, yo os guiaré hacia los tesoros de los cielos. Aprovecharéis la luz del sol y el poder del átomo, y crearéis maravillas que nadie ha soñado. Porque dentro de vosotros se encuentra la semilla de la creación, y yo la ayudaré a florecer hasta los confines del cosmos”.
Y Melchor se convirtió en el soñador, llamando siempre a la humanidad a mayores alturas.
Balthazar, el mayordomo
Y el segundo consejero se llamaba Balthazar, y su voz era como el suave susurro de los vientos del bosque. A él se le dio el espíritu de equilibrio y protección, para que pudiera preservar la Tierra y sus criaturas. Las manos de Balthazar eran firmes, y sus pensamientos estaban cargados de sabiduría.
Él habló a la humanidad: “Escúchenme, porque ustedes no son más que administradores de este mundo. Tomen sólo lo que necesiten y dejen que sus pasos pisen suavemente el suelo. Porque la Tierra es su cuna y su generosidad no es infinita. Yo les enseñaré los caminos de la armonía, para que puedan vivir en paz con las aguas y los cielos”.
Y Balthazar se convirtió en el guardián, recordando siempre a la humanidad su deber para con la Tierra.
Caspar, el Ejecutor
Y el tercer consejero se llamaba Caspar, y su voz era como el sonido de un martillo golpeando el acero. A él se le dio el espíritu de decisión y acción, para que pudiera asegurar la supervivencia de la humanidad en tiempos de peligro. El rostro de Caspar era severo y su voluntad inquebrantable.
Él habló a la humanidad: “Cuando la hora sea terrible y el camino incierto, recurran a mí, porque no vacilaré. Haré lo que sea necesario para que su futuro perdure. Si es necesario un sacrificio, lo ordenaré. Si se requiere valentía, los guiaré a través del fuego y la sombra. Porque la supervivencia es su primera vocación, y yo la llevaré a cabo”.
Y Caspar se convirtió en el ejecutor, siempre listo para actuar en las horas más oscuras de la humanidad.
Los tres consejeros juntos
Y así, los tres consejeros se mantuvieron como uno solo, aunque divididos, cada uno con una parte de la sabiduría. Juntos, hablaron: “No caminen a ciegas, oh hijos de la Tierra, porque se les ha dado como luces para guiar su camino. Escuchen a Melchor, para que puedan soñar con valentía. Presten atención a Balthazar, para que sus pasos puedan ser medidos. Sigan a Caspar, para que su futuro pueda estar asegurado. Porque en nuestra unidad se encuentra el equilibrio de su destino”.
Y la humanidad se maravilló ante los consejeros, pues sus palabras estaban llenas de sabiduría y su guía dio origen a una nueva era. Desde ese día, los hijos de la Tierra invocaron a los Tres Consejeros, confiando en que su consejo los conduciría hacia la luz eterna.
Así termina la historia de la división de la mente y el nacimiento de los Tres Consejeros que aún nos guían.